¿Alguien en la sala que no haya visto aún la peli de El Joker? Si es así, ya estás tardando en verla. Su historia me dejó tan impresionada que, ahora que ha sido premiada con dos Globos de Oro, la he tenido que volver a ver. Tú sigue leyendo y lo entenderás.
Cuando la vi, me puse a pensar en cómo el Joker había conseguido crear una marca a partir de su historia. Para quienes no lo sepan, este hombre (Arthur Fleck) antes de ser “El Joker” era un hombre anónimo con una enfermedad mental que le provocaba risas incontroladas en cualquier momento. De hecho, más que una risa parece un llanto ahogado. Eso le encoge el corazón a cualquiera. Aún así, él trabaja como payaso para mantener a su madre y sueña en convertirse en un gran monologuista.
La vida es un DAFO
A partir de ahí, y sin él saberlo, empieza a crear su propia marca. ¿Cómo? Como debería hacer cualquier marca: aceptando sus limitaciones y transformando sus flaquezas en oportunidades. En el caso de Arthur, su mayor flaqueza es su enfermedad mental y esa risa que le impide cumplir su sueño.
¿El entorno? Una sociedad empobrecida, carente de derechos, desempleada, bajo un sistema corrompido… Algo que concuerda casi a la perfección con el momento en que vivimos. Arthur, una víctima de ese entorno, se cansa de serlo y se revela. Ya tiene hecha la formula para convertirse en “El Joker”.
Storytelling de 10
Hoy en día toda marca tiene un storytelling; y si no… ¡muy mal! El Joker lo tiene y muy bien construido. Su historia siempre ha estado cargada de misterio. Hay mil versiones. Podría ser esta: comediante fracasado que acaba en el crimen pandillero, intenta robar en una fábrica y acaba cayendo en un tanque de productos químicos de donde sale convertido en “El Joker”. O esta: criminal calculador que finge demencia y su locura no es más que una estrategia. O cualquier otra. Nunca se supo muy bien cuál era realmente su historia hasta que Todd Phillips (el director de la película) se le ha dado.
Además de su demencia, a Arthur le pegan los niños, le despiden, todo el mundo se burla de él y le persiguen un sinfín de desgracias que lo arrojan a lo que ya todos conocemos. Al final, consigue que nos compadezcamos de él y nos preguntemos si de verdad es un villano o una víctima del sistema. Creo que ya nadie volverá a ver al Joker de otra manera. Brutal.
La importancia del naming
El Joker no siempre ha sido “El Joker”. También ha sido (o aún lo es en otros países) El Guasón, El Burleta, El hombre que ríe, Red Hood o El Payaso del Crimen. Pero nada se compara a su nombre original. Un lost in traslation en toda regla. El Joker es distinto, tiene sonoridad, es fácil de recordar, encaja con lo que le hace único: su risa, su capacidad por adaptarse a cualquier situación, su falta de códigos éticos y morales, su sentido del humor macabro, oscuro, negro… Uno de los namings más potentes y reconocibles del mundo de la ficción. Y es que un buen naming tiene que reflejar los valores que lleva consigo la marca. Ojo, que no es moco de pavo… Incluso ha conseguido que al escucharlo pensemos antes en el Joker villano que en el Joker comodín de la baraja. Todo un éxito de marca.
El poder de la identidad visual
Así que coge su característica risa y le añade un estética de payaso. No una cualquiera sino su propia estética de payaso. Piel de color blanco, sonrisa pintada, pelo verde, ropa naranja, roja o morada (colores que ya son suyos) y el tío se acaba creando una identidad visual propia y una personalidad que hace que todos la recordemos con tan solo oír su nombre. Para cualquier marca, encontrar esa diferenciación no resulta tan fácil, pero aún así debería ser un must en el que trabajar y en el que construirse.
Personal branding
¿Cuál es su principal poder como villano? Su propia locura. El Joker ya ha aceptado sus debilidades y les ha dado valor convirtiéndolas en una oportunidad que utiliza para llegar a un público (la sociedad marginada igual que él) con un producto (el crimen contra todo aquel que se burla de gente como él) y con una estrategia muy bien ejecutada (la demencia, la excentricidad, la sorpresa… ¡El Joker es más disruptivo que Saffron!). Con todo ello se mete a millones de fans en el bolsillo pero también a unos cuantos haters (siempre hay haters, recordadlo).
A fin de cuentas, la marca, el hombre y el personaje se funden aquí en un branding perfecto. Perfecto porque en su propia demencia, todo encaja, todo tiene sentido, es original, único, diferencial. El Joker es real y honesto. ¿No es así como son las buenas marcas?