Vivo en Barcelona y he recibido por correo las propuestas de casi todos los partidos con representación parlamentaria para las elecciones generales, las municipales y las europeas. En total he recibido 275 gr. de papel. Pero yo solo soy uno de los 34.596.892 electores que figuran en el censo electoral nacional (datos relativos a las elecciones a cortes generales de 2016). Si me tomo de media podemos decir -seguro que me quedo corto- que se han usado unas 9.514 toneladas de papel en propaganda electoral por correo postal. A eso podéis añadir todas las papeletas y sobres de los colegios electorales y la extensa documentación del voto por correo. Pasada la campaña ¿cómo se gestiona este volumen de papel? ¿Qué porcentaje llega a ser reciclado?
Cada vez somos más los ciudadanos comprometidos, convencidos y activos en optimizar recursos, en reducir y gestionar mejor nuestros residuos. Los que prescindimos de las bolsas de plástico, los que tratamos de reutilizar o reciclar de manera eficiente, los que recogemos plásticos de la playa, los que no admitimos correo comercial, los que optamos por documentos digitales antes que impresos… ¿Cómo es que nos encontramos con esta insensibilidad por parte de nuestros políticos? ¿Cómo puede ser que cada vez más sintamos su desprecio a la hora de pedirnos el voto?
La mayoría de la propaganda electoral que nos llega por correo postal va directamente a un cubo de la basura electoral y comunitario que muchas escaleras de vecinos usan para vaciar el contenido de sus buzones. La mayoría de los sobres que nos llegan no aportan ni un dato que no podamos encontrar en medios de comunicación, plataformas digitales y demás soportes durante el masivo bombardeo de campaña. Me gustaría imaginar que este residuo se gestiona de manera correcta, se transporta hasta el contenedor adecuado y acaba siendo reciclado, pero parece una proyección demasiado optimista.
El tradicional mailing electoral representa la partida más grande de las campañas y además el presupuesto aumenta a medida que aparecen nuevas formaciones políticas. El envío de publicidad pasó de 38,4 millones de euros de las elecciones generales de 2011 a 49,2 millones de euros en las de diciembre de 2015. Y buena parte de este envío masivo de basura electoral se paga con dinero público dado que la ley prevé que las instituciones públicas asuman el gasto del envío.
No solo debería preocuparnos el dinero que dejamos de invertir en medidas medioambientales, en educación, en investigación o en políticas sociales. Añadid al derroche de papel y otros materiales el gasto energético y de agua que requiere producirlo, los agentes químicos, la carga de CO2 que generan la producción, el transporte y la distribución, el uso de grandes masas de tinta y, sobre todo, lo mal articuladas que están el 90% de las soluciones de aplicación gráfica de la propaganda electoral.
Hay quien sostiene que la participación caería notablemente si los ciudadanos no recibiéramos la información como lo hemos hecho siempre, pero todo apunta a que ahora es el momento idóneo para empezar a hacer las cosas de otra manera. Por un lado, cada vez más nos informamos a través de múltiples y nuevos canales y, por otro, la situación de asfixia medioambiental lo exige.
Entiendo que los partidos no quieren desaprovechar la oportunidad de dirigirse a nosotros de manera íntima y directa. Rubricar cartas de amor, promesas etéreas llenas de buenas intenciones, con corazones rojos, muy propio del denostado género epistolar. Incluyendo retratos de varones ibéricos mirándonos fijamente con brillo en los ojos, en blanco y negro. Ofreciendo esperanza para todos. Demasiado romántico, efectista y muy poco eficiente en los términos que nos ocupan. Estoy seguro que sin la carta del PSOE Pedro Sánchez hubiera obtenido un resultado similar.
Entre tanto “todo mal», tengo que destacar algunas propuestas que han llegado a mi buzón con soluciones mejor resueltas que el resto. Es notable la reducción de material en los folletos de En Comú Podem para las elecciones generales, con un plegado en formato A5 que hace las veces de sobre contenedor para su papeleta. Poco material y poca cola. Curiosamente la misma propuesta estructural ha sido usada por Ciudadanos para las elecciones Europeas y una solución parecida, aunque con una superficie de papel mayor, lo ha usado Vox para las generales. Sorprendentemente estos mismos partidos han optado por soluciones mucho menos eficientes para otras elecciones contiguas.
Cabe destacar la insensatez de Junts per Catalunya al utilizar un sobre de plástico impreso íntegramente con un cojín de blanco cubriente y con una capa de masa de tinta amarilla. Dentro nos encontramos con folletos de propaganda electoral para las elecciones europeas y municipales, el sobre de rigor, la papeleta para las municipales, y un papel extra para escribir el nombre del destinatario. En este caso, la primera impresión al recibir un sobre de plástico debería ser motivo suficiente para poner el grito en el cielo. La elección del multimaterial es la peor de todas. Alguien debe pensar que buena parte de los independentistas convertidos está demasiado concentrado en el procés como para tener en cuenta ciertos criterios básicos de sostenibilidad.
Aún y así, no todo está perdido, cada vez son más las voces que nos muestran cómo dejar de recibir propaganda electoral. Plantémonos, podemos dejar de dar cuerda a esta situación estúpida. Este también es nuestro papel.