Al final todo se fue al carajo. La opinión general (aunque no unánime, cierto) es que el final de Game Of Thrones ha sido decepcionante, flojo, apresurado y previsible, en el mejor de los casos. Y creo que en realidad se debe a un problema de branding. Traición de marca, por titularlo bonito.

Las primeras 6 temporadas de Juego de Tronos tenían el guión muy claro. Solo había que seguir lo que George R.R. Martin, el autor de las novelas en que se basa la serie, había escrito. Y no solo en lo que había escrito sino también en cómo lo había escrito. Por eso las primeras temporadas de GOT supusieron una revolución tan enorme en la historia de la televisión contemporánea. No era por las tetas y los culos. Por la sangre y las víscera. Por matar a protagonistas o por mostrar el incesto y la decadencia moral sin filtro. Ya había series que mostraban todo eso. No es que no se hubieran hecho series de tal manera. Es que no se habían contado historias de tal manera.
Storytelling, sí, storytelling
Eso que buscan las marcas como locas. La historia magnética que establece el vínculo con el consumidor (y a través de la cual se despliegan los argumentos de compra de un producto o servicio). En “Canción de Hielo y Fuego” (así se llama la saga de los libros), el storytelling manda. Y más el telling que el story. Martin es un auténtico maestro en eso. El propio planteamiento de cada libro es ya de por sí hiper-atractivo: cada capítulo centrado en lo que le experimenta cada personaje, con tramas que discurren tranquilas, libres y sin zanahorias narrativas, con descripciones obsesivamente detallistas (casi periodísticas) de personajes, escenarios y situaciones. Pero, ¡ah!, luego está la historia. Y ahí también lo peta. Martin coge todos los tópicos de la novela fantástica y del género de capa y espada y los retuerce, los machaca, los tritura y se pasa los restos por el inguinal. La mayor revolución: los libros (su trama) son tan crudos, injustos e imprevisibles como la vida misma. La marca de la casa es esta.
Se acabó lo que se daba
Durante 6 temporadas, David Benioff y D. B. Weiss, máximos responsables de la serie de televisión, tuvieron el material que necesitaban, que querían (y que les hacía triunfar). Pero, ¡vaya!, la serie alcanzó rápidamente a los libros y entonces se encontraron ante la responsabilidad de continuar. Y lo que hicieron fue coger la historia, pero no la marca, y rellenar horas con espíritu funcionarial.
Hay dos espléndidos memes que lo expresan a la perfección. (Me encanta la creatividad popular).
La marca lo es todo
Sí, todo. Los valores de una marca son aquellos atributos que la hacen única. Por eso es importante, si queremos no traicionarlos, tenerlos claros. George R.R. Martin es de por sí su propia marca. Es difícil seguir su legado sin que se note. Es como abrir una franquicia de H&M con ropa de Georgio Peviani. Mmmmm… La gente se va a dar cuenta, ¡hombre!
El final de Game Of Thrones (y no ya el episodio final sino las dos temporadas finales) es una fiesta del despropósito y la incoherencia: el conflicto y muerte Daenerys-John Snow, previsible desde la temporada 7; las batallas de Winterfell y King’s Landing, una felonía al espíritu bélico de las novelas; la muerte de Varys, gratuita y estéril; el final de Jaime y Cersei, barato e insípido; la unión de las casas y los reinos, melifluo y fácil; la inteligencia de Tyrion, desparecida; los superpoderes de Aria, desaprovechados; la huida de los Inmaculados, absurda; el fin del reinado Lannister, vulgar; el papel de los seguidores y el culto mágico a R’Hollor, ignorados; sobre el ejército Dothraki no se resuelve nada y, finalmente, el reinado de Bran (que en realidad no es Bran, porque se convirtió en el Cuervo de Tres Ojos en la temporada 6) una sorpresa de mierda.
Y no entramos en el meollo de las incongruencias que hay entre las dos últimas temporadas y las anteriores en cuanto a trama, en cuando a perfiles de personajes y en cuanto a la narrativa de los sucesos. Como decíamos al principio, lo más fascinante de “Canción de Hielo y Fuego” (o “una de las cosas más…”) es que parece una crónica medieval con algo de magia.
Al margen de la discusión de si Martin concluirá la historia del mismo modo (cosa que ya se verá), no hay duda que el viaje será mucho más entretenido y real. Real de verosímil. Ahí está la mayor traición de la serie. Ha terminado siendo una serie de fantasía cuando la historia y el relato nunca lo habían sido. La marca era otra cosa.
Por cierto, este artículo contiene spoilers.