Me gusta el sexo. Y excepto que forméis parte del 1% mundial que se declara asexual, a vosotros también. Superad vuestra vergüenza. Porque las marcas lo saben. Y sus estrategias de marketing y comunicación no lo ignoran.
@GregKantra
Los números cantan
El año pasado, PornHub registró 28’5 millones de visitas, algo así como 1000 visitas por segundo. Algunos y algunas argumentaran que utilizar el sexo como eje de la publicidad, como estrategia de marca o como herramienta comercial es para los hombres. Pero libros como Las Cincuenta Sombras de Grey (125 millones de copias vendidas) no parecen apoyar este argumento. Este libro no lo compraron solo hombres.
Hombres o mujeres, los humanos anhelamos el sexo. Yo no creo que estemos fantaseando constantemente con quién vamos a cepillarnos, pero algunas investigaciones parecen apuntar todo lo contrario. Según el Dr. Terri Fisher, profesor de psicología de la Ohio State University de Mansfield (Pensilvania, EE.UU), los hombres piensan en el sexo una media de 34 veces al día mientras que las mujeres 19 veces. Da igual quién piensa más y quién piensa menos. El tema es que pensamos en ello suficientes veces al día como para hacerle cosquillas a las marcas.
Instintos ancestrales
Eso tiene que ver con nuestro cerebro reptil, aquella parte de nuestra psique que la evolución no ha conseguido eliminar y que sigue allí para asegurar nuestra supervivencia como especie. El cerebro reptil funciona a nivel subconsciente, en una parte del cerebro muy cercana a la que toma decisiones. El neuromarketing bien lo sabe y buen partido le saca. Reaccionamos no solo ante el sexo explícito sino incluso ante cualquier elemento gráfico o visual que lo sugiera. Un tobillo, un hombro o un cuello funcionan tan bien como un pene o una teta.
Una relación larga y complicada
Los principios de esta relación fueron políticamente muy incorrectos. Desde la perspectiva actual, incluso inconcebibles. La primera utilización de sexo en la publicidad se remonta a 1871. Pearl Tobacco presentó una mujer desnuda sobre la portada de su paquete de cigarrillos. Al poco tiempo, ciertos negocios (salones, tónicos, más tabaco…) explotaron la idea. En 1885, Duke & Sons introducía tarjetas comerciales con actrices en actitudes sugerentes en, de nuevo, los paquetes de cigarrillos Duke. La puerta se había abierto. Y de ahí a que el sexo se utilizara hasta para vender lavadoras, solo un paso.
Lo fácil es mal
A pesar de todo lo expuesto, el sexo puede ser tanto una herramienta eficaz para la comunicación como todo lo contrario. Sexo y marketing es una combinación ganadora para prácticamente cualquier negocio, pero puede resultar un desastre si no se utiliza con inteligencia. Entonces tu campaña o tu estrategia de posicionamiento se considerarán sucias, manipuladoras o incluso un golpe bajo para la sociedad moderna, como por ejemplo la cínica campaña de Diesel de 2010 “Sex Sells. Unfortunately We Sell Jeans”. No olvidemos que hoy, los desnudos, las escenas y los cuerpos poco realistas, deshonestos y falsos ya no se toleran. Y aunque las causas feministas están contribuyendo muy positivamente al uso inteligente del sexo en la comunicación de las marcas, todavía hay tensiones.
Una de las marcas que más inteligentemente ha usado este vínculo reptil fue Volkswagen en su campaña Topless de 2013.
A mí, lo inteligente me pone. ¿Y a ti? ¿Qué marcas o campañas lo han conseguido?